No son pocas las profesiones que pueden darse el lujo de tener en su aplicación, una impronta tan personal como aquellas de trabajo artesanal; estas mismas están definidas en la última instancia, más que en el saber hacer, en la forma de hacerlo; más que de la teoría necesaria y aprendida, en el toque personal y singular que se le brinda en su confección; es lo que hace que el producto resultante tenga una marca propia, sea diferente al resto, incluso entre sus iguales.
Estamos acostumbrados a asociar estas profesiones artesanas, con todas aquéllas que conllevan trabajos manuales: orfebrería, alfarería, trenzados varios, pintura, etc.; todo lo que esté asociado del trabajo sobre un objeto. Lo que no estamos acostumbrados, es a incluir la profesión de masajista dentro de este grupo,
En el desarrollo de mi profesión, he tenido la responsabilidad de llevar a cabo el proceso de selección y capacitación de personal vinculado al área de SPAs. Por lo general, a este proceso se llega seleccionando aquellos currículos que nos parecen más idóneos para el cargo que debemos proveer. Luego vienen las citaciones y la entrevista: presencia actitud, formación, técnicas aprendidas, técnicas aplicadas, conocimientos generales, etc. Hasta ahí todo es relativamente parejo dado que hoy en día, hacer un currículo vitae que quede lindo, depende de las plantillas y los formatos seleccionados. El contenido, sin duda es la historia del terapeuta, pero también depende de cómo está presentado y organizado.
El último capítulo del proceso en la selección de un masajista es inequívocamente la prueba práctica del tratamiento: tan definitoria como personal. En dicha instancia no importa la edad, sexo, instituciones, diplomas y diseños, etc.: sólo importa lo que puedas demostrar y es ahí, donde se define al masaje como una profesión artesanal.
A lo largo de estos procesos he visto terapeutas corporales de excelente presencia, hermosos currículos, diplomas de instituciones de maravillosos colores, diseños y texturas. También he visto lo contrario. Si bien, no pocas veces es consecuente lo impreso a lo demostrado, las más de ellas fui asombrado por la destreza comprobada en el desarrollo de un tratamiento y contrastada por los datos de su formación curricular. Para bien o para mal me he llevado muchas sorpresas. Si los pasase en papel, competiría con los libros de José María Firpo (quien supo recopilar las historias de su vivencia como maestro, muy cómicos por cierto)
Pero el común denominador era que luego del proceso de selección de personal, tuviese que entrenar y capacitar yo mismo al terapeuta antes de su incorporación a la plantilla de técnicos masajistas. Y no estoy hablando de técnicas complicadas sino de las más básicas, como por ejemplo: un masaje básico de 30 minutos.
Puede que al momento de cubrir vacantes laborales, en otras profesiones se le preste mucha atención la escolaridad del aprendizaje, la reputación del centro de estudios y la vinculación de estos último a la fuente laboral, etc. Si bien es tenido como referencia, no se aplica a esta profesión. En la profesión de masajista o terapeuta corporal, lo que inclina la balanza a la hora de seleccionar personal, tanto para una clínica estética como para un SPA como para un Hotel, es lo que aprendiste; lo importante, es lo que te enseñaron y lo que incorporaste como propio de esa enseñanza; lo que te destaca, es lo que podés aplicar: lo que define, como en toda profesión artesanal, es lo que tus manos pueden demostrar.
Instructor en Terapias Corporales
Mayo de 2017